Autor: George Orwell
Editorial: DeBolsillo
ISBN:9788499890951
N° de páginas: 144
Es difícil intentar reseñar un libro que parece tan sencillo y, sin embargo, posee alegorías exquisitas acerca del daño que puede ocasionar que el mando de una nación esté a cargo de una partida de cerdos, pero intentaré hacerle justicia.
«En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente periodistas y escritores en general.»
Esta es una de las muchas frases extraordinarias con las que el lector puede encontrarse al iniciar la lectura de esta obra, que, por cierto, está considerada como una de las mejores dentro la Literatura inglesa de acuerdo a muchos listados.
Y es que no es noticia nueva que el magistral Orwell, comunicador incansable, haya deseado transmitir a las masas la agresión mediática y sociopolítica a la que se estaba exponiendo gran parte de la Unión Soviética durante el régimen socialista impuesto por Iósif Stalin.
Esta pequeña historia, en la que un grupo de animales decide expulsar de su granja a los humanos para ser por fin una nación libre e igualitaria, tiene un fondo que va más allá de la visión aversiva de Orwell para con esta forma de gobierno. El Socialismo Soviético.
La idea de la rebelión nace de la cabeza de uno de los cerdos más ancianos dentro de "Granja Manor", el bueno de Mayor, quien, poco después de reunir a sus compañeros de cuatro patas para explicarles el ideal revolucionario con el que había estado soñando desde algún tiempo, fallece, e inmediatamente se ve sucedido por dos jóvenes cerdos, Napoleón y Snowball, quienes guiarán al resto de los animales hacia la libertad verdadera, una tierra sin el yugo impuesto por el ser humano.
Esta filosofía incomodará a dos de los granjeros más cercanos, Fedrerik y Pilkington, quienes alertan al resto de vecinos acerca de las actividades extrañas y violentas que han organizado los animales, y así intentan invadir y retomar el poder de la granja, fallando, por supuesto, y generando una confianza renovada entre los animales: Si todos cooperan, el colectivo de "Granja Animal" (antes Granja Manor) será invencible.
Pero antes de este incidente, y lo que es mucho más relevante en nuestra historia es la colocación de un listado de los mandamientos, que serán siete y fueron pintados en una de las paredes del granero, con pintura blanca, para recordatorio del nuevo régimen surgido de la victoria en la revolución.
Posteriormente, y de manera gradual, el lector verá con sorpresa y, en ciertos casos, terror, cómo cada uno de estos mandamientos es inexplicablemente roto, o manipulado para que calce a los intereses del "camarada Napoleón", el cerdo que, luego de desterrar al 'traidor' Snowball, se declara a sí mismo como líder de Granja Animal.
La cantidad de referencias a Stalin, Trotsky, la nobleza zarista, la clase intelectual e incluso Hitler se palpan en cada capítulo, y la capacidad del autor para matizar los cambios de ambiente y giros de historia es impoluta.
Durante mi lectura, fue inevitable alejar todo lo que inquietaba mi espíritu y me enfrascaba de manera casi hipnótica en las páginas de este libro, sin que resulte de ninguna manera pesado; se siente como un cuento, pero su moraleja no es la de uno.
El hilvanado del argumento, tan simple, pero tan profundo a la vez, permite que el lector, si lo desea, profundice en los campos vastos concernientes al Socialismo Científico y a las reglas capitalistas vigentes en la forma de gobierno que Orwell tanto satirizaba, y, a la vez, puede particularizar un pelín más las referencias y convertir estas pocas páginas en un manifiesto liberal, una forma de anarquismo pacífico e ingenioso que sortea con elegancia las grandes cercas del poder totalitarista y le enfrenta, armado únicamente con la verdad en forma de animales pidiendo una patria plena y equitativa. Un lugar donde realmente todos los animales sean iguales a otros animales.
Pero no todo sale bien, y la crónica de un gladiador vencido se ve anunciada entre las páginas de la mitad, un contraste rítmico se percibe entre líneas, como una nube pesada a punto de convertirse en tormenta y arrastrarlo todo, llevando consigo la utopía libertaria hecha pedazos.
El cambio lo ven venir, pero, ah, Squealer, el buen cerdo comunicador, tranquiliza a todos con su imperecedero entusiasmo y confianza absolutos en el líder Napoleón, que todo lo puede y lo sabe, que piensa en nombre del bienestar de todos, y por eso pide su molino, por eso negocia con Whisky y humanos, a pesar de que los mandamientos animales lo prohíben. Por eso se reúne con su gabinete de cerdos a decidir la orden del día, sin aceptar sugerencias de nadie, y, claro, también por la seguridad de todos, se rodea de cachorros casi rabiosos para que le presten la protección debida para con alguien de gran capacidad mental y dignidad como lo es él.
¡Es maravilloso ver cómo un cerdo se preocupa y piensa por todos!
Y así, el resto de animales, entre los que se hallan el trabajador y hermoso caballo Boxer, la maternal yegua Mollie, y el sabio burro Benjamín, no pueden hacer más que ver cómo el ideal de su granja pierde sentido, y, solo uno de ellos lo supo desde el inicio. La inmovilidad de alguien que ve caer un Estado también representa parte de la fuerza demoledora, y lo ve pagado en la muerte de la voluntad laboriosa y de superación del animal más fuerte de la Granja.
La matanza de ovejas, patos y cerdos más jóvenes vendrá después, y es el punto álgido del cierre de esta historia, llena de comentarios brillantes y absolutamente bien fundamentados, que le llevó a ser prohibida dentro del territorio soviético, además de valerle a su autor un vete indefinido para regresar a dicho territorio.
Una joya de novela, sí, señor.
Por lo ya expuesto, y por muchas otras cosas ausentes, como el gran compilado de frases que hice, solo me resta decir que es un libro maravilloso, excelente para iniciarse con Orwell o cualquier otro autor cuya obra haga alusiones irónicas a las bondades de una utopía política aplicada por seres que creen que agitar una bandera y decir sermones en un estrado lo es todo para comenzar una revolución, especialmente si hay alguna que otra muerte sospechosa implicada.
Después de todo, cualquier flama de anarquía requiere un acto violento para dignificar su lucha en pos de la libertad.
¿Así, no?
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